IES Padre José Miravent en Isla-Cristina

Este es, sin lugar a dudas, el peor colegio en el que he estado. Para empezar, la educación que venden se basa en el apoyo al estudiante y seguimiento del mismo, lo cual es totalmente mentira. Cursé desde primaria hasta la ESO, y aunque debo decir que primaria está bien, a partir de la "once" nos cambiaron a todos de clase una vez ya se habían forjado amistades. Nos quitaron el recreo y a raíz de ese curso, todo fue cuesta abajo.

En esta institución, dan más importancia a su prestigio que a sus propios alumnos. Se valora el hecho de que seas "hijo de", y a pesar de la imagen que quieren vender, si eres distinto, te tachan de raro y nadie te brinda ayuda. En los años que estuve, me encontré situaciones de bullying hacia compañeros de mi clase y hacia mí mismo, no sólo por parte de alumnos, sino también de profesores. Cuando mis padres fueron a decirlo, la respuesta del profesorado fue "es que él también pegó al otro" cuando se estaba defendiendo. Cabe destacar que no se hizo nada al respecto.

Una compañera tuvo un TCA. El colegio se enteró. No avisaron a sus padres hasta dos años después. Ese caso corrió a cargo de los profesionales en psicología que tiene este colegio, los cuales dejan mucho que desear. Por otra parte, desde muy pequeños, nos instan a referirnos a los profesores como "señor y señorita", lo cual genera una distancia hacia ellos que se ve reflejada en la superioridad con la que se dirigen a sus alumnos.
He de añadir también que de poco sirven nuestras palabras como alumnos que vivimos estas situaciones de primera mano, ya que siempre lo niegan todo con la intención de que su imagen y puesto queden intactos. En definitiva, si buscas un entorno seguro para tu hijo/hija en el que haya diversidad y un buen entorno de aprendizaje, no recomiendo para nada este colegio.

El centro educativo demuestra una gestión profundamente deficiente en materia de comunicación y trato con las familias. No responden a los correos, evitan dar explicaciones claras y ni siquiera miran a la cara cuando se les pide información sobre decisiones que afectan directamente a los alumnos.
La dirección y parte del equipo actúan con una falta total de transparencia, utilizando los datos y las situaciones familiares a su antojo, sin consentimiento ni justificación, con el único objetivo de alimentar informes o justificar intervenciones externas que les permitan obtener recursos o proyectar una imagen de actuación social ejemplar.

Lejos de acompañar y orientar, el colegio ha convertido lo que debería ser una relación educativa basada en la confianza y la cooperación en una dinámica cerrada, evasiva y autorreferencial, donde cada gesto parece diseñado para blindarse frente a posibles reclamaciones, no para mejorar la atención al alumnado.

No hay voluntad real de diálogo ni de rendición de cuentas, solo una estructura que se protege a sí misma.
Y mientras tanto, los niños que deberían ser el centro de toda acción educativa acaban siendo tratados como instrumentos para justificar proyectos o recursos, en lugar de como personas con necesidades y derechos propios.

Como los estudios